PECADO

¡Hasta dónde he caído!
¡Hasta cuándo así!
Estoy cansado de mí, ya no puedo
responder a lo que me pides, Señor.
Es como construir en el aire después
de haber construido los cimientos
de la gracia.
Mi alma no siente dolor ni alegría,
está muerta.
No sé como ni porque hay algo,
hay solo una brasa en el fondo de la
oscuridad que alumbra con fuerza
de esperanza.
Absurdamente, una vez curado...
lesiono mi carne con el pecado y
me arrepiento.
¡Hasta dónde he llegado, Señor!
¿Qué me quieres decir o que es lo
que quiero manifestarte con esta
forma de proceder que a ambos
nos entristece?


(2da parte)

¡Auxilio... auxilio! Que mi espíritu
está inconsciente. Sordo ha
quedado;
ya no puede hablar porque no sabe
lo que dice. El dolor le es muy
severo y descaradamente quita
con sus uñas
la costra de su herida y llora
amargamente.
Respira y no difiere de lo
puro e impuro.
Tengo miedo Señor, tengo miedo
de no complacerle. El temor me
ahoga y he
decidido ahogarme.


(3ra parte)

Me siento en deuda... peor, no
haberte querido como tu me quieres,
pero hasta entonces, no lo sabía.
Ya las ganas sobrenaturales de la
alegría han desaparecido...
Ya el fuego embravecido se ha
extinguido; los manantiales se han
secado y la tierra quebradiza va
quedando, hasta quemar los pies;
la sangre es pestilente y se rehusa.
¡ Que tremendo, jamás todo esto
lo esperé!
Hacer cosas sin saber, sin desear y
sin querer, ¡por que!
Ya no tengo nada que pedirle,
vergüenza me da. Ya no tengo
porqué lamentarme de mí, si yo mismo
fui en busca y al encuentro
de mi condena.


(4ta parte)

En el fondo no sé porque sucede todo
esto, la incertidumbre me sopla
como viento enfurecido hasta tocar la
última partícula y nada encuentra.
Esta es mi pena, hasta me animo a
decir que la ensayo mejor que la alegría.
Sólo me queda esperar... Esperar los
tiempos que ignoro y quiero. Sólo me
queda sufrir este dolor y esta caída.
Sólo siento esperanzarme
en mi Señor; hacer lo debido para
mejor; buscar la calma en la infinita
soledad y esperar...
a que esta herida cicatrice.